Tuviste la feliz idea de volver a hablar de ella. Hacía días ya que venías nombrándola. Contaste, entre amigos, algunas anécdotas de viejas épocas. Yo sonreía pretendiendo que nadie notara mi incomodidad. A veces quiero superar algunas cuestiones, pero me es imposible. Hubo un tiempo en el que solía revisarte los bolsillos y tu casilla de correo. Hace mucho que dejé de hacerlo. Decidí concederte el beneficio de la duda.
Hasta ayer, que la certeza se presentó ante mí recobrando viejos fantasmas. Ella tocó a la puerta del hostel y yo abrí incrédula. No esperaba verme, supuso que yo no la reconocería luego de tantos años. Me preguntó nerviosa por la altura de una calle, si estaba cerca o no. Le contesté que no tenía idea, mientras ella, cabizbaja, se alejaba hacia la esquina. Llevaba a un nene de la mano. De unos siete años. De unos ojos tan verdes como los tuyos.