sábado, 29 de diciembre de 2007

La hija del dotorrrrrrr


A las ocho de la noche (que por estos lugares todavía es pleno día) estacionó frente a casa una camioneta de la que bajó un muchachito de la edad de mi marido y me preguntó si yo era la nuera de Raúl. Acto seguido me dijo que había hablado con Nes para llevar a Guada a jugar a su casa con su nena. Yo pensé, éstas cosas pueden pasar acá nomás...en Buenos Aires no te la doy ni muerrrta. La cosa es que a Guada le agarró la vergüenza y no quiso ir, así que le pregunté a Catalina si quería quedarse ella. Y Cata bajó sin problemas. Vivo en la casa de allá, me dijo el padre señalándome del otro lado de la plaza. Las nenas como si fueran amigas de toda la vida, entraban y salían devorando galletitas. Al rato me dijo Cata, quiero ir arriba, a jugar al cuarto de Guada. Menos mal que estaba ordenado!!!! Y se hicieron las nueve y cuarto y yo daba vueltas pensando si debía darles de cenar o no...qué se yo....nunca tuve amiguitos a jugar sin madres...Tenía el celular del padre, pero me parecía que si llamaba para preguntarle era como decirle "vení a buscarla que es la hora de la comida". Ni bien terminé de pensar ésto, llegaron ambos progenitores en su camioneta toda pichichí. Se acercó Bárbara (uuhhhh que nombre tan fashion), que la verdad me resultó macanuda...tengo que hacerme a la idea de que acá nadie es gente de barrio como uno...y le pregunté si la dejaba a cenar. Así que las nuevas amigas comieron las milanesas que tan ricas me salen.

Ah, y antes de irse, me dijo Bárbara que algunas de las mamás del barrio se juntan los días que no hace mucho calor, a tomar mate en la plaza. Y bué...habrá que ir calentando el agua...

viernes, 28 de diciembre de 2007

Los amorosos

Yo se, querido ratón, que no te vas a enojar por apropiarme de tus cosas. Pero cuando llegan a mis manos preciosuras como éstas, no puedo dejar de compartirlas con la gente que como yo, no entiende nada de poesía.
Gracias por embellecer mi vida con palabras mágicas.
Y por las dudas te cuento, que me teñí de bordó. Eso te deja una esperanza.
_______________________________
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan..
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento..
Tienen serpientes en lugar de brazos..
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abran los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
tembloroso, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de
inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas..
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando,
llorando la hermosa vida.

Mi 25 de diciembre

Mucho calor. Almorzamos con los abuelos. Pasamos por casa, calentamos el agua para el mate y cargamos unas galles. Subimos nuestra montaña y llegamos al lago Lolog.

Aquí, pasamos nuestra primera navidad en el sur.



Y así, nos encontró el atardecer.






Pero qué diviiiiino


Cena de navidad. Familia y algunos amigos. En el restaurante. El chiquito desapareció. Al rato volvió del baño con regalito...

jueves, 27 de diciembre de 2007

Y...algo raro había

Yo quería decirlo. Hacía rato que me daba vueltas en la cabeza. La idea de seguir ocultando determinadas cosas después de tantos años ya no tenía sentido. Y ahora que estoy afuera menos aún. Ya ni recuerdo cuándo ni cómo se lo dije a ella. Hace unos años, en un sótano lleno de humo de cigarrillo se lo dijimos a él. No le llamó la atención que su mujer llamara a mi celular para ubicarlo. Debe haber sido por la cerveza. Y así como yo creo que lo único que no he perdido con el correr de los años es la capacidad de asombro, supongo que el resto tampoco. Y hoy hay caras que ya no puedo ver. Y hay cosas, que debería haber dicho antes de irme y no las dije. Y ya es tarde. Quizás, algún día, tenga la oportunidad de mostrar algunas fotos. Hasta tanto, hay un detallito que sólo dos, además de los involucrados, conocen.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Misceláneas

¿Viste cuando un gas te cae simpático?

Feliz cumple amiga mía!!!

No estoy cerca para darte un abrazo. Y hoy fue un día ajetreado. No pudimos hablar mucho.
Éste, es mi humilde homenaje.






Gran acontecimiento gran

Primero, armamos el arbolito. Días después, escribimos la cartita pidiendo príncipes y princesas. Y esta tarde, Papá Noel llegó al pueblo. No lo dejó tranquilo, se le instaló al lado y no se movió. Me preguntó por qué llegó caminando si debía venir volando....



Y así se reunió toda la comunidad infantil. Se cortó la avenida principal, a plena altura central para recibirlo. Con policía provincial y todo...




viernes, 21 de diciembre de 2007

Ella tiene un problemita

No sólo vive rompiendo tacos, sino los zapatos mismos. Y no aprende, invierte aguinaldos enteros en la compra de buen calzado. Recorre zapaterías, busca, revuelve, se prueba, se mira en el espejo, camina, va y viene, hace fuerza con el taco para ver si resiste sus zancadas, y finalmente se decide. Al día siguiente sale con sus zapatos nuevos para comenzar a destruirlos. Tiene abono en el zapatero, una cuponera como la de Blockbuster. Pero ella, mejor que nadie sabe enmendar estas cosas. A las pruebas me remito.


Ah, el invierno... y esa combinación de colores que sólo ella sabe hacer....
Menos mal que tiene otros atributos, y lo que menos le miran son las medias....




jueves, 20 de diciembre de 2007

A llorar a la iglesia

Estaba yo hace muchos años en el Piana reincidiendo en el taller, inmersa en un grupo de gente rara como suele verse en estos lugares. Entre ellos, había un matrimonio que llamaba mi atención. De unos 45 años ella, de él no recuerdo ni siquiera la cara. Ella era la mezcla perfecta de dos compañeras de trabajo que tuve. El aspecto físico de Yolanda y la forma de vestir y comportarse de Elba. Y se ve que las dos tenían alguna conexión de algún tipo porque terminaron, en distintos momentos, encamadas con el mismo médico. La cosa es que en medio de un debate sobre vaya a saber qué, la mujer rara del taller dijo que su marido y ella formaban parte de un "grupo de lloradores". No sé la cara que habrán puesto los demás, pero puedo imaginar perfectamente la mía. Me sorprendí al notar la diferencia que hizo al no decir "llorones", que es lo que en el fondo, todos los que estábamos sentados en esa mesa pensábamos. Y explicó sobre los beneficios del llorar, de lo bien que le hace al cuerpo y al alma, de sus cualidades terapéuticas, del desahogo, la liberación de angustias y no se qué otras yerbas. Una vez que terminó de explicar las bondades de su extraña terapia, se puso de pie y dijo: -"Y si ahora me disculpan, me voy un ratito afuera a llorar". Abrió la puerta y salió. Ésa, fue la última noche que asistí al taller.

martes, 18 de diciembre de 2007

Y tuvo su fiesta

Tanto temí que no tuviese amiguitos con quienes festejar...Pero la providencia quiso que surgieran chicos de todos lados. Y tuvo su pelotero, su torta, su piñata y sus regalos. Ella, cumplió los cuatro en San Martín de los Andes.



Te cambio la guardería por el lago



domingo, 2 de diciembre de 2007

La noruega en su uniforme de enfermera

No se supo nunca si era enfermera o decía serlo. La cosa es que se la conocía como la enfermera noruega. Tengo que preguntar cómo se llamaba porque creo que él nunca me lo dijo. Parece que en ese entonces noviaba con alguien que se hacía llamar Paco de Gijón, o algo parecido. No se cuáles eran sus habilidades o sus encantos, pero por lo que dicen, no creo que haya sido muy buena para alcanzar la chata. La cosa es que cierta noche, no recuerdo si madrileña, se juntaron los cuatro para ahogarse entre cerveza, puchos y amores. Parece que, luego de jurarse amistad eterna, amanecieron entre sábanas enredadas el pibe de San Miguel y la bailarina centroamericana. De los europeos mucho no se supo, habían dejado la pensión al alba. Hace unos días alguien me dijo que van a pasar un tiempo en Buenos Aires. Y creo que él ya sabe dónde llevarlos.

martes, 27 de noviembre de 2007

Reserva de alojamiento - Temporada 2008


Estimados,


el corazón es grande pero la casa no lo es taaaaaaaanto. Por ende, si quieren privacidad, vayan alquilándose alguna cabañita. Caso contrario, si no temen a la ensalada rusa, los juguetes en el piso y el crujir de los pisos, serán bienvenidos.


Por eso, propongo que vayan reservando su lugar en mi casa mediante los comentarios. De esta manera, el que quiera venir, verá cuándo habrá lugar en casa y cuándo será un quilombete. Simplemente, para que puedan organizar sus vacaciones...

lunes, 26 de noviembre de 2007

Santuario

Cerca de la una de la mañana. Silencio afuera. Adentro, suena Pata Negra bien bajito porque los chicos duermen. Inauguro mi nuevo santuario. No tiene techo abovedado ni crucerías como soñé. Estoy sentada frente a un escritorio limpito, y tengo delante de mi un ventanal enorme, casi del techo al piso, que da al frente de la casa.Un par de metros de un intento de jardín, una cerca que me empecino en llamar tranquera y una calle de tierra que mirándola desde donde estoy, va en bajada hacia la derecha. En la vereda de enfrente, una plaza, y más allá, una decena de casas estilo alpino que van subiendo la montaña para formar parte de mi paisaje. Cerca de la una de la mañana y se escuchan los teros que juegan en la plaza. Una brisa fresca entra por la única ventana que está abierta. La luz de la luna me muestra la cima irregular del cerro y se dibujan las siluetas de los árboles más altos. Tengo un buzón de madera,con forma de cabaña. Una cerca perimetral de alambres escondidos debajo de un millar de retamas. Tengo una escalera de madera que cruje y rosales en el jardín. Tengo una rampa que Iñaki confunde con un tobogán y una galería en la que Guada anda en bicicleta. En fin, tengo mi santuario en medio del paraíso.

martes, 20 de noviembre de 2007

Por fin!!!!

Hemos llegado, finalmente. Ya vendrán fotos cuando instalemos nuestra Pc.
Por lo pronto, confórmense con saber que tengo un cerco de retamas amarillas.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Ultima noche

Son casi tres y media de la mañana. A las 9 viene el camión a llevarse todo, menos la casa. Parece que no dormiremos esta noche, la cosa va para largo. Las cajas se acaban y los rollos de cartón se hacen finitos.
Estoy creando un registro fotográfico de esta mudanza. Lo verán una vez que me establezca, y sólo Dios sabe cuándo sucederá eso.
Pienso en lo que falta, y me dan ganas de retirarme ya. Pienso en quienes hoy hicieron mi día más llevadero y me tranquilizo un poco.
A ustedes, gracias por el almuerzo, por la hermosa libélula que se parece a vos que sos medio pájaro porque siempre estás en las nubes, y gracias por el último café.
Hasta aquí, desde Buenos Aires...

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Misceláneas

"You, complete me."

domingo, 11 de noviembre de 2007

Bodas de plata


Te conocí hace 25 años. Colombres 721. Yo esperaba que el micro me pasara a buscar en los sillones de cuero negro del hall de entrada. Vos pasabas con tus enormes moños en la cabeza. Unos días antes de comenzar tercer grado, me dijeron que seríamos compañeras. Recuerdo que tu mamá me pidió que te cuidara, incluso, que te acompañara al baño. Y yo lo tomé al pie de la letra. Nunca más te dejé sola. Nos volvimos una, y aprendimos a ver con los ojos de la otra. Funcionábamos en bloque, donde iba una, la otra la seguía. Nos fuimos juntas de vacaciones; de chicas, de no tan chicas y de grandes. Nos compramos el mismo vestido marrón en lo de Carmen, ahí sobre la calle Estados Unidos, y nos poníamos de acuerdo para no usarlo en el mismo cumpleaños. Nos prestábamos los juguetes por el ascensor y hasta hablábamos por walkie-talkie desde nuestras casas. Llenamos de Micky Moco el aparador de tu mamá más de una vez. Insistimos una docena de veces en criar Seamonkies para terminar siempre tirando los cadáveres al inodoro. Compramos toda clase de estupideces en lo de Zulma, y corríamos entre el millar de cosas del negocio de Julio. Nos empachamos con el mantecol de la Convidosa y cada tanto, nos íbamos a la peluquería de Rubén Frúmboli. Fuimos a la mueblería de La Pipetúa y a danzas en lo de Títi, donde una vez, para una fiesta de fin de año, me disfracé de Morticia. Años después, en tu cumpleaños de quince, me saqué el anillo en las cintitas de la torta, y nadie nos creyó que había sido casualidad. Nos quedamos afónicas de tanto gritar en una veintena de recitales. Pagamos fortunas por algunas cenas shows. Nos vestimos como princesas para encontrarnos en el baño con Diana María. Aprendimos juntas a tomar champagne, para descosernos de la risa en un baño de 1x1. Quisimos aprender a bailar flamenco, para desistir al mes por pataduras. Y unos años después, por esas cosas que tiene la vida, nos alejamos. Lloré desconsoladamente durante dos años. Te soñaba y Néstor me despertaba a los sacudones porque lloraba dormida. Cuando llegué al punto de no soportar más tu ausencia, decidí volver, y a cualquier costo. Y nos reencontramos más unidas que nunca, para comenzar una etapa de a cuatro. Y al año siguiente quisiste que yo fuera la madrina y unos años más tarde tuviste una ahijada. Tal como lo habíamos planeado veinte años atrás. Y los tiempos y las circunstancias de cada una fueron muy distintos. Y nos alejamos un poco, pero sólo físicamente. Y ahora nos despedimos para alejarnos aún más. Pero nos fundimos en un abrazo lleno de lágrimas que me transporta a ese hall con sillones de cuero, o a ese 8º F o al 2º A y nos veo con dos colitas y jumper gris con nuestros bebés de Jolly Bell a upa. Así quiero recordarte, cerca amiga, muy cerca.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Nuevos pagos

Éste, será mi barrio.



Y la del medio, la blanquita, será nuestra casa.









miércoles, 7 de noviembre de 2007

Lo que me quedaba de niña

Un puente me dijo el odontólogo. Tratamiento de conducto en la muela, te saco el premolar de leche y hacemos un puente. Lo primero que pensé fue: Lo que me va a salir ésto, ya me hice una corona este año, así que Osde no me lo cubre. Un minuto después vinieron a mi cabeza esos ganchos que tiene la gente grande en la boca, que se ven del lado de afuera de la mandíbula, sosteniendo varios dientes. Uy, qué vieja estoy. Y por último me acordé de mi premolar de leche. Durante veintipico de años, cada odontólogo nuevo que me atendió me dijo lo mismo: tenés un diente de leche, ¿sabías?. Cómo no iba a saberlo, primero porque es mi boca, segundo porque me lo recordaron toda la vida y tercero porque era tremendamente notorio. Casi diminuto entre los otros dientes, aprisionado, cortito. Y me senté en un sillón ese viernes, para dejar en una bandeja de acero inoxidable el último vestigio de mi niñez.

Misceláneas

"Y éstos, son cristales de Checoslovaquia."

martes, 6 de noviembre de 2007

Tranquilos, que ya me voy

Esta mañana aparecieron unas manchas de sangre en el piso. Parecían nacer en el pasillo que va a los dormitorios para desaparecer en el baño. El gato durmió afuera, por lo que queda descartado. Y para ser huellas del perro eran demasiado chicas. Como óvalos, con un círculo limpio en el medio. Lo raro es dónde comenzaron. No tiene sentido.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Marioneta

No tiene vida propia. Manejan sus hilos sin preguntarle siquiera cómo está, cómo se siente, qué necesita, qué anhela y qué no quiere. Su tiempo ya no es suyo, su espacio ya es de otro. Sus esperanzas se agotan. Sus lágrimas se secan y la incertidumbre se torna insoportable. Grita cada vez más fuerte pidiendo clemencia y nadie escucha. Quiere resolver, pero su cuerpo está inmóvil, su boca cerrada y sus manos atadas. Cierra los ojos y los vuelve a abrir para encontrar día a día los hilos de la misma atadura. A veces es otro quien los mueve, o el mismo que adopta otro rostro para hacer aún mayor el desconcierto. Alguien le está usando las alas.

Misceláneas

"Chofer, ¿me baja a la señora en el zoológico por favor?"

domingo, 4 de noviembre de 2007

Vudú


Tuve que probarla. Puse mi mejor cara de fayuta y la saludé como siempre. Pude haber hecho algún comentario irónico, pero me abstuve. Por él, no por ella. Creo que había preparado pastas, y saqué las copas finas, las de cristal. Cuando llegó, estuvimos unos minutos a solas. Me parecieron horas. El silencio me incomodaba y me interné en la cocina para parecer ocupada. Había sido rubia, y tenía el cabello negro por capricho de él. No sé de qué se habló esa noche en la mesa. Me escudé detrás del vino para evitar el daño. Yo lo había pedido. Yo quise tenerla sentada allí, frente a mí. La estudié desde mi silencio. Centímetro por centímetro la miré para encontrar algún indicio que confirmara mi sospecha, y su engaño. Y nada los delató.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Misceláneas

"Ladislao, ¿Estás ahí?"
"A tu lado, Camila."

jueves, 1 de noviembre de 2007

Tormenta de cambios


Un viernes por la noche se fueron para el Litoral. Cargaron un bolsito, el mate y las ganas de estar juntos. No hacía mucho que se conocían, pero se llevaban bien. Llovía mucho, y éso lo hacía más interesante aún. El ruido del agua en el techo de chapa de la habitación del hotel los envolvía. Cuánto más segura se sentía abrazada en la cama. Amaneció fresco y los rastros de la tormenta se evidenciaban en la calle. Por la noche, cenaron frente al río. Una vez terminado el vino, y cuando él ya había juntado el coraje suficiente, sacó de su bolsillo una cajita. Con una mano tomó la de ella y con la otra se la entregó. Ella la miró sorprendida. Era roja, de metal y con un borde grueso, plateado. La abrió esperando ver una lapicera, y encontró las alianzas. Lo miró, y él le preguntó si quería casarse. Pagaron y dieron vueltas hasta encontrar la Catedral del lugar. En la puerta, ya de madrugada, vistió de oro su dedo anular ante Él como testigo.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Misceláneas

Bajo este título, leerán las frases que cada tanto vienen a mi memoria. Algunas conocidas, otras no tanto, y muchas sólo yo las he escuchado. Todas, han quedado grabadas en mis entrañas por distintos motivos.
"No se cuál de las dos me gusta más, si la de negro o la de blanco."

martes, 30 de octubre de 2007

La barra de Don Bosco

Virrey Liniers al 100. Ella vivía en el primer piso de un PH. Hija única del matrimonio de sus padres, aunque tenía dos hermanas mayores y un cuñado, Cacho. No recuerdo cómo se llamaba la madre, qué señora macanuda. El padre en cambio, era un tiro al aire. Recuerdo una vez que faltó dos días de su casa, dijo que no sabía dónde había estado y hablaba sobre extraterrestres. No sabíamos si reír o llorar, pero él era así. Inimputable. Los viernes nos instalábamos en esa casa para comenzar un pijama party que duraría todo el fin de semana. Algunas nos quedábamos hasta el domingo, otras se iban los sábados. Abríamos las ventanas del comedor, la música fuerte y atados de More mentolados por todos lados. A veces bajábamos y nos quedábamos en la vereda hablando con medio mundo. Era un barrio joven, lleno de historias, de nombres, de músicos y de gente que terminó en televisión. Nos recuerdo adultos, hablando y actuando como si tuviésemos 30 y cuando nos veo en el video de mi cumpleaños de quince, nos reconozco niños, tan cabezas frescas, tan inconscientes.
Hoy recuerdo algunos nombres, algunas fiestas, cierto metejón. Muchas desilusiones.
Y me pregunto qué habrá sido de la vida de ella, y de Cacho.

domingo, 28 de octubre de 2007

Me recuerdo en tus manos


Alguien me recordó sobre sus manos. Que eran iguales a las de su abuela, aunque sin las pulseras fabulosas ni el esmalte clarito. Sí llevaban anillos simples. A veces yo le limaba las uñas, ella no veía bien. Y aunque no escribían dedicatorias hermosas con letra chiquita, sí rezaban por mí. Estaban llenas de arrugas y los dedos mostraban los signos de la artrosis; y aún así eran hermosas. Suaves como pocas cosas que he tocado. Sin marcas, sin asperezas, hidratadas casi hasta la inundación. Transparentes, de piel finita. Toqué su mano antes de irme esa noche. Recorrí su dedo índice, falange por falange, para robarme su suavidad y recordarla así. De seda.

viernes, 26 de octubre de 2007

Un nuevo juego


Y ahora comienza la despedida de ellos. Son sus últimos días en el Jardín que los cuidó desde los dos meses de vida. Cambiaremos los nombres de los amiguitos, de las seños y aprenderemos otras canciones. Mañana es el día de la familia, y el último acto que compartiremos juntos. El lunes les hacen la despedida, con globos y chizitos. Y mientras tanto, dos nuevas sillitas son reservadas para el año que viene a 1600 kilómetros de distancia. En una casa de madera, con árboles en su patio, a tres o cuatro cuadras del lago. Cambiarán sus horarios, se levantarán más tarde, almorzarán con mamá y tendrán siete horas más por día para jugar en casa, o afuera, cerca de la montaña. Aprenderán en el jardín a tomar mate, a andar en bicicleta con rueditas y tendrán compañeritos mapuches. Harán campamentos, y en quinto año llegarán a la cima del Lanín.

Ellos, más que nadie en el mundo, merecen comenzar el juego de la vida.


lunes, 22 de octubre de 2007

Némesis


Noche de calor, viernes, after office. En este afán que tengo últimamente de despedirme en continuado, me encontré con dos amigas. Tomamos primero unos mates, y a primera hora de la noche, taxi mediante, partimos rumbo a Plaza Serrano. Nos enteramos en el camino, gracias al chofer, que la plaza se llama Julio Cortázar, que trabajar frente a una computadora no permite que se oxigene el cerebro, por lo que hay que ponerse de pie e inspirando al son de 1,2,3,4 - 1,2,3,4 parar un poco porque no se puede vivir así. Nos bajamos en una esquina de la plaza y comenzamos a rodearla buscando algún lugarcito donde picar algo sentadas en la vereda. Después de dos vueltas, y cuando mis zapatos ya no me permitieron caminar más, encontramos un lugar todo monono con mesitas bajas, bancos con almohadones blancos y mozos vestidos cual monjes tibetanos. Picada para dos, abadejo para una y vino tinto para las tres. Casi inevitablemente terminamos hablando de gente conocida. Recuerdos viejos, algunos demasiado. Mucha gente alrededor, mucho idioma extranjero. Copas enormes y unos postres de antología. La charla se fue tornando cada vez más interesante y terminamos seis sentadas a la mesa, en vez de tres como cuando llegamos. Cada una dejó salir a su némesis y nos enredamos en confesiones inimaginables. El cielo se tornó rosado, el viento de tormenta soplaba por Honduras y los frutos de vaya a saber qué árbol me producían alergia. Me hubiese quedado vagando por esas calles durante horas, recordando lo fresca que se pone la noche cuando comienza a amanecer. Pero tome un taxi, y le pregunté si me llevaba a provincia.

viernes, 19 de octubre de 2007

La prueba de nuestro delito

Un poco por seguir al pie de la letra el libro de Doña Petrona, otro poco aprendido en los años de cocina en el convento, ella sabía cocinar como los dioses. Todo le salía exquisito. Hacía unas galletitas de canela con una nuez en el medio que eran para morirse. Unos fideos rellenos que sólo probé en dos oportunidades porque le daban mucho trabajo. Su pastel de papas, increíble, con esa masa en el fondo, que parecía una confitura. El guiso de alcahuciles, con el que todos nos chupábamos los dedos. La ensalada de tomates, mágicamente aliñada. Su pizza casera, finita, bien finita, crocante. Un pollo a la cacerola, con papas, ajo y perejil, que me encantaba y a veces, hoy preparo a las perdidas porque alguien come de mala gana. La tortilla de papas, sequita como me gusta. Hasta la soda le salía rica, la recuerdo en el lavadero, garrafa en mano luchando con el Drago. Y su receta magistral, las empanadas. No voy a dar las proporciones, porque es su receta y sólo yo puedo repetirla. Pero supo combinar a la perfección, la margarina, la cebolla, la carne picada, el pimentón, el orégano, ají molido, huevo duro y las aceitunas. Y así como nos encantaba con su manjar, todos los que comíamos en su mesa, caíamos indefectiblemente en su trampa. Ella no descarozaba las aceitunas, sino que las usaba de señuelo, como prueba del delito. Y era su costumbre al terminar de comer, contar los carozos en los platos de los comensales. Confieso que alguna vez, puse ante cierta distracción, un carozo propio en un plato ajeno.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Paciencia

Ya vendrán más historias...estoy juntando coraje...me está pasando una mudanza por encima y ya no tengo 20 años, aunque no se note por lo espléndida que estoy...

viernes, 12 de octubre de 2007

El mundo de los pequeños


Como si no hubiese tenido suficiente con la biblioteca, llegó el turno de los juguetes. Los de bebé, los de nena y los de nene. Barbies, sonajeros, juegos de encastre, libritos de goma eva, cocinitas, sets de maquillajes, juego de doctora, pileta para lavar platitos, muñecas en bañaderas, baldes, palitas, rastrillos, peluches, Barney, rocola de Barney, BJ, más Barney, cajas de supermercado, con lector de código de barras y todo, muñecos de goma para el baño, inflables, juegos de mesa, zapatilla, triciclo, bicicleta y auto, muñecas de trapo, animalitos de arrastre, juegos de masa para moldear, rompecabezas, rastis, memotest, pizarras mágicas, teléfonos, juegos con sonidos de animales, pelotas, autos, carteras de princesas, espejos de princesas, varitas mágicas de princesas, coronitas de princesas, cepillos de princesas, juegos de mate, de té, de café, sartenes, ollas con y sin tapas, vasitos, jarras, platos de todas formas y colores, cubiertos de todos los tamaños, muñecos de la cajita feliz, narices de payaso. Un laburo de locos, todo el día separando lo que sirve de lo que no, lo roto de lo sano, las piezas chiquitas aparte para que no se pierdan...en fin. ¿Todo para qué? Para que estén todo el día mirando películas y hojeando libros de cuentos...

miércoles, 10 de octubre de 2007

La Biblioteca de Alejandría


La miré siempre con un poco de miedo. Me sentaba en el sofá a contemplarla, y jamás pude terminar de descubrirla. La conocí enorme, policromática. Y fuimos, durante muchos años, añadiéndole tesoros. Muchos los dí por perdidos, de otros me olvidé, y a algunos los sacaba cada tanto para incrementar mi dosis de melancolía. Hace un par de días que comencé a desmembrarla. El polvo de años me cubrió y dejó a la luz ciertas cosas que alimentaron el alma de mucha gente durante tanto tiempo. Encontré libros gigantescos, de hojas amarillas con bordes comidos, editados en 1892. Prolijamente forrados, con mapas de exquisitos detalles, descripciones de un Ecuador tan viejo y tan bonito, que dan ganas de sentirlo como propio. Hallé miles de postales de los más diversos lugares del mundo, escritas, pero no pude saber por quién ya que estaban pegadas en dos álbumes. Vi muchas fotos, en blanco y negro y algunas en sepia. Sólo pude reconocer sin titubear a ella, de unos quince años más o menos, en el festejo de una comunión. Y esa torta sobre la mesa, tan parecida a las fotos del libro de Doña Petrona. Hojeé una carpeta llena de escritos de un abuelo. Algunos a máquina, otros a mano con esa tinta borroneada por el paso del tiempo. Vi las calificaciones del colegio de cierta gente. Encontré un manual del alumno bonaerense de tercer grado. Me sorprendí con tantos certificados de asistencia a cursos sobre tecnología. Vi la persistencia de cierta gente en no caer en la mediocridad. Volví a sonreír al ver la tapa de determinados libros. Miré atentamente el árbol genealógico de los Buendía de Macondo. Acaricié con las manos llenas de tierra esa edición de Alianza de Arquitectura Paleocristiana y Bizantina por Krautheimer, tan mía, tan impecable, tan estudiada hasta el último de sus detalles. Encontré una colección sobre tejido, y aprendí que los cuadraditos con los que le tejí la mantilla a mi hija cuando nació se llaman "Vieja América". En sobres de papel madera descubrí las fotos de mi casamiento, que tomé una por una para darme cuenta de cómo habían cambiado las cosas, cuánta gente hoy falta. En el último estante, estaba el álbum en el que pegué las rosas que me regalaron, las pocas palabras que me escribieron y algún que otro dibujito. Vi La cruz invertida, que me dedicó hace unos cuantos años Marcos Aguinis, y que nunca leí porque no me engancho con la novela histórica. En fin, el mundo inescrutable se abrió para mí. He descubierto y recordado tanto en estos días. Ojalá hubiese tenido más tiempo para dedicarle antes de encerrarlo en cajas de 55x30x30.

lunes, 8 de octubre de 2007

Mi elefante rojo

Hay cosas de las que cuesta muchísimo separarse. Uno ya no sabe para qué las conserva, incluso inservibles, si a veces están celosamente guardadas, casi escondidas.
Alguien me regaló una vez un elefante rojo de plush que era en ese entonces, mucho más grande que yo. Por ahí deben estar las fotos que he visto mil veces, en las que estoy en mi dormitorio, con mis escasos añitos, mi vestidito blanco, y ese pelo negro, bien lacio y sobre la cara, parada al lado de mi elefante. Ya de más grande me molestaba, y lo ponía siempre en un rincón del cuarto hasta que empecé a usarlo de perchero. Toneladas de remeras colgaban de la trompa. Como todos los muñecos de esa época estaban rellenos de semillas varias, y luego de tantos años, a falta de agua, en vez de germinar, mi elefante se llenó de bichos. Mi mamá insistía en que lo tirara, yo me negaba rotundamente. Hasta que una tarde, decidida, se lo llevó. Lloré y lloré; no por mi elefante, sino por los años en los que el elefante me había acompañado. Me levanté de la cama, fui al incinerador y allí lo encontré, solito y a oscuras. Lo agarré de su trompa enferma y lo llevé nuevamente a mi cuarto. No recuerdo hasta cuándo estuvo conmigo, ni cómo se fue definitivamente. Yo ya había hecho mi duelo.

Yo, Migral Compuesto

Él sufre de los mismos dolores de cabeza que yo. De esos que me obligan a bajar las luces, tomarme cuanta pastilla encuentre, darme una ducha congelándome con tal de dejar la cabeza bajo el agua helada y encerrarme en mi dormitorio para morirme sobre mi cama. Pero él además, se congestiona. Cuando veo sus ojos disminuyendo su tamaño, su cuerpo apichonado y un pañuelo en sus manos, tiemblo. Sólo quien conoce lo que significa padecer una migraña , cuando ve aparecer esos síntomas, sabe que es el comienzo de una guerra perdida. Y ahí está él, sentadito en una silla haciéndome el aguante, con sus piernas abrazadas delante de su pecho tan bonito, moqueando, escondiendo cada tanto su cabeza entre sus rodillas para evitar la luz. En estos casos quisiera creer en los poderes de bruja que siempre me atribuyeron y nunca supe encontrar. Quisiera abrazarlo y con mis manos en su frente ahuyentar ese dolor. Quisiera que un tecito tibio lo aliviara, que el aire fresco que entra por la ventana de la cocina lo despejara un poco. Pero se cómo son estas cosas. Incluso, mejor ni dirigirse la palabra, porque todo molesta. Seguramente, ahora se levante y se vaya a pegar una ducha.

domingo, 7 de octubre de 2007

Los ñoquis no son sólo del 29

Y si...es el karma de mi familia...no hay nada que hacer. Esta mañana llevé a los chicos a la guardia. Uno por sus mocos vitalicios y la otra por una renguera medio artística que resultó en esguince. Los vio la pediatra y nos pidió que fuésemos a rayos a sacar una placa de tobillo a Andreita del Boca. Como hay que entrar en otro sector del sanatorio, antes del ingreso al ascensor, hay un pequeño escritorio con una señorita de una empresa de seguridad que se encarga de anotar en un libro de actas los datos de los menores que ingresan y alguno de los padres. Me preguntó los nombres de los chicos y el mío. Anotó todo y nos puso a cada uno una pulsera identificatoria con el nombre, la que nos sacarían al salir. Bajamos al primer subsuelo y mientras estábamos en la sala de espera Iñaki me pidió upa y lo alcé. Le habían puesto la pulsera en el tobillo, ya que tenía una campera con puños ajustables. No se me había ocurrido mirarla, hasta ese momento. Si Guadalupe con diéresis me resultó extraño, mi hijo con nombre de pasta, más aún.
Le sacamos una foto, porque hay cosas que no pueden dejar de mostrarse.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Y yo que pensaba que Iñaki era complicado

Guada recibió la tarjetita de invitación al cumpleaños de su compañera Francesca. Esta mañana, después de dejarla en el jardín, fui al centro de Banfield a comprarle el regalito. Elegí una carterita de Princesas, obvio. La empleada del negocio la envuelve, le pone un moñito turquesa al paquete y saca una tarjetita preimpresa que decide escribir ella en vez de dejarme a mí . Me pregunta el nombre de la cumpleañera. Le digo Francesca, lo pronuncio con ch, y le aclaro que se escribe con c. Ella escribe Fransesca. No, no, con c...Franccccesca, le digo enfatizando la c. Se da cuenta del error, y en vez de cambiar la tarjetita, remarca con birome la c sobre la s. A esa altura, la tarjetita ya parecía un mamarracho. Yo pensé, la dejo y en casa la cambio. Acto seguido me pregunta el nombre de quien regala. Guadalupe Bueno. Aclaré lo del apellido, porque hay otra Guadalupe en la misma sala. Suponer que había entendido el apellido de entrada, ni soñando. Me resigné cuando me miró esperando que le deletreara B-u-e-n-o. Pero no lo hice. Ella sólo escribió Guadalupe. Pero para mi sorpresa, luego de treinta y pico de años de haber luchado con un nombre tan complicado como el mío, cuando termina de escribir la e final, culmina con dos puntitos sobre la primera u del nombre....si, si, si....como lo leen...Güadalupe. Cuando logro salir de mi asombro, le digo que no lleva diéresis. Ella me mira extrañada diciéndome -ah, ¿éste no?. Ahí soy yo la que mira extrañada. No, le digo, no lleva, está mal escrito. Y ella me dice con cara sobradora - entonces, te la anotaron mal en el Registro Civil. Ah bueno, ésto es too much. Como dice mi marido, no tires del hilo porque se puede cortar. A sonrisa falsa con labio torcido nadie me gana, así que casi riéndome le dije - mamita (cómo me gusta usar esa palabra en casos como éste), la diéresis se usa con la e y la i, no con la a. Y no conforme me dijo-¿Estás segura?- La mato, o me voy....-si, fijate en el diccionario...

martes, 2 de octubre de 2007

Enjaulada


Estaba en la cocina lavando los platos del almuerzo. Dejé correr el agua hasta que se calentara lo suficiente. Miré por la ventana. Pude ver la lluvia caer en la vereda y los árboles bailar acompañando al viento. Tarde gris, húmeda, casi pegajosa. En el patio, sobre uno de los tirantes que sostienen el techo abovedado de policarbonato, un pájaro me miraba. Del tamaño de una cotorra de esas que hay en la plaza de en frente, negro, y con el pico encorvado. No pude sacarle los ojos de encima, y parecía que él se daba cuenta. Estático, lo único que movía era el pico. Lo abría y cerraba casi en cámara lenta. No emitía sonidos. Me puso la piel de gallina. No podía quitar de mi cabeza la película de Hitchcock. Extendió las alas y voló hacia mí. Golpeó con fuerza la ventana cerrada. Un vaso de vidrio estalló entre mis manos.

lunes, 1 de octubre de 2007

El tren se va, saquen los boletos




Él solía llevarme, generalmente a la hora de la siesta, a una estación de trenes muy cerquita de su casa. El edificio era de estilo colonial, pintado de blanco y amarillo, con un gran balcón que daba hacia la calle de acceso, que si mal no recuerdo, estaba empedrada. Un molesto silencio me ensordecía al entrar, y el eco de mi risa me traía de vuelta. El hall era enorme, y alto, demasiado para mi corta edad. Nunca vi gente dentro. En realidad, creo que tampoco vi ningún tren. Supongo que en esos años, la estación ya estaba abandonada. Me pregunto cómo hacíamos para entrar entonces. No lo sé, sólo me recuerdo dentro y caminando sobre las vías de su mano, para no perder el equilibrio.


Esta tarde fuimos a los talleres del Roca en Escalada. Funciona un museo ferroviario y una diminuta trochita. Cuando entré y vi esos vagones y locomotoras tan viejos, mis hijos rodeados de vías y pasto verde primavera, deseé que ellos sintieran los mismo que yo hace casi treinta años atrás.







domingo, 30 de septiembre de 2007

El tuco, como a mí me gusta


Tengo derecho a elegir la salsa en la que voy a ser devorado. Esa era su frase de cabecera. En su pesimismo mantenía cierto dejo de esperanza. Como dice mi tía Rosi, era un cabrón, aunque no dejaba de ser un buen tipo. Los años de terapia lo llenaron de egoísmo, de una altanería asquerosa casi soberbia. Tenía la costumbre de hablar demasiado. Y su memoria prodigiosa guardaba con exquisitos detalles anécdotas propias y ajenas. Sabía agradar a hombres y mujeres, mayores y menores que él. No tenía medias tintas; te aceptaba o rechazaba al punto de insultarte gratuitamente, sin piedad. Pero tenía cierto ángel. No sé si era su aspecto de niño ingenuo, su corta estatura o su cabello largo. Esos ojos verdes cercados por su melena dorada, hechizaban a cualquiera. Bien pude haberme enamorado de él, pero ya sabemos que no me gustan los rubios.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Y dale con Pernía

Después de sesenta años de matrimonio, otra vez más, como cada diez años, se quiere separar.
Si hay algo que ha estigmatizado mi vida, son las separaciones. A esta altura ya no me sorprenden, y han pasado a ser moneda corriente tanto en mi familia materna como en la paterna. Todavía no se atrevió a hablar conmigo. Pero hoy supe que quiere dejarlo. Cansada de los silencios y seca de tanto llorar, dijo que se va a ir a vivir a Mendoza, o a Córdoba, supongo que con alguna de sus hermanas que esté dispuesta a recibirla. Comenzaremos otra vez con la cadena de llamados, las idas y vueltas, las charlas interminables, para concluir, como siempre, en la misma pregunta. ¿Qué van a hacer el uno sin el otro? Si son incapaces de sobrevivir separados. Ya veremos. Mañana la llamaré para ver si me dice algo. Pondremos en autos al único heredero para que tome cartas en el asunto. Y nuevamente, reto mediante, harán caso omiso a lo indicado, para seguir viviendo en silencio hasta los próximos diez años.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Restos diurnos


Creo que no hay nada peor que ver a un hijo temblar de dolor.



Yo estaba en un supermercado, caminando entre las góndolas con un changuito y mi cartera nueva. Se acerca una chica. Usaba una remera azul, el cabello largo, negro y lacio y un flequillo bastante tupido. Me pide algo. No recuerdo qué, pero estimo que sería algo de plata. Yo se lo niego. Ella me mira con ojos odiosos y me dice "Dios te va a castigar". Inmediatamente, se tira sobre el changuito para llegar a mi cartera. Grito, como loca, "me están robando" y nadie responde. Por esas cosas raras que tienen los sueños (o al menos los míos), el changuito se convierte en canasto, pero de metal eh...y con una furia animal lo levanto y con el ángulo inferior izquierdo comienzo a pegarle a la chica en la cara. Ella termina apoyada sobre una góndola (que a esta altura se había convertido en un panel de lockers rojos) y yo sigo, enceguecida, destruyéndole la cabeza hasta borrar el último vestigio de rostro para dejarla caída en el piso en medio de un baño de sangre.

Hasta ahí, mi recuerdo...

domingo, 23 de septiembre de 2007

Montchenot, por favor


Ella tiene un turno con una profesional. De esas que no conocés sino a través de la cartilla de prestadores y elegís sólo por el domicilio. Todavía cree que él la va a acompañar. Cuando le pasa los datos de la cita, él le dice que no puede asistir, que tiene un compromiso. Ella especula, duda, consulta y concluye. Hay partido de fútbol. Pero quizás, recapacite y vaya. Por si acaso, le pasa la dirección y el horario. Todavía le tiene fe. Me llama y me cuenta. Yo digo que no va a ir. Ella me porfía. Apostamos una botella de vino tinto. Ella está sola sentada frente a su inquisidora. Duda, da vueltas, confiesa. Como dijo Jack, todavía apuesta a su favor.

Tu imagen en mi

Cuando vi esa estatuilla toba supe que era lo que tenía que tatuarme. Necesitaba plasmar en la eternidad mi amor hacia vos, mi protección incondicional, mi culpa. Le saqué una foto, y la mandé por mail a quien hoy puedo decir entendió magistralmente mi corazón y supo ilustrar lo que yo quería. ¿Cómo dibujar que mamá te sostiene entre sus manos, acariciándote tibiecito, para que te sientas otra vez como en la panza, tan a salvo, tan sanito? Así mi amor, simplemente así. Como lo ves al inicio de esta página, y como lo veo todos los días de mi vida, cuando descubro mi espalda para verme en el espejo.
Gracias a Diego Biro.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Algo de 421


Llegué al punto de no retorno. Parecía tan lejano. Como cuando uno dice "en un par de meses" o "para la siguiente temporada". Y resulta que aquí estoy. Si los domingos son tristes, éste es el peor de todos. El que diga que se va contento, miente. Salvo, que la haya pasado muy mal. Y no ha sido mi caso. Estos últimos cuatro años me he divertido mucho. Han sabido tratarme, me enseñaron, me apoyaron, confiaron, me alentaron (de muy distintas maneras), me recompensaron día a día con alguna pequeña señal de afecto. Me siguieron, me estudiaron, me conocieron bien, muy bien. Me ignoraron hasta negarme el saludo, para después de digerir la bronca volver a empezar. Me adularon, quizás más de lo debido. Me cebaron mate hasta el hartazgo, y dulce, como me gusta. Me llamaron de mil maneras distintas, aunque siempre preferí darme vuelta o levantar la vista al escuchar a alguien decir "Negra". Me hicieron llorar, me hicieron maldecir. Más de una vez me encontré haciendo montoncito y preguntando "pero, ¿qué te pasa?". Y dejé, como es mi costumbre, de hablar durante unos días para tomarme mi tiempo para perdonar y entender determinadas cosas. Aprendí a reírme de mis defectos, de mis desgracias y a exaltar mis virtudes, pocas, pero mías. Aposté mis pobres fichas a muy poca gente, y no me equivoqué. Será porque siempre fui muy desconfiada. Hice, deshice, probé, cambié, volví a hacer. Creé mi propio orden, austero, simple, tan simple. Traté, con mi mayor esfuerzo, de no generar conflictos. Ya estoy grande para tener ese tipo de problemas. Quise no deberle nada a nadie, porque a quienes algo me dieron, procuré devolverles el doble. Creí y apoyé determinadas ideas, que supe ilógicas desde su nacimiento, con el sólo afán de no decepcionar a gente que quiero. Adoré algunos viajes, algunos almuerzos, algunas charlas y algunos mailes. Me preocuparon determinados silencios, ciertos cambios de humores, pero todos fueron, tarde o temprano, pasajeros.

Y hoy me encuentro, me atrevo a decir, tranquila, confesa. Y todo se termina en un 19 de septiembre, para vivir sólo en mi recuerdo y en todos aquellos que leen y saben de lo que estoy hablando.

Mañana, comenzaré a despedirme.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Ella en su madeja


Había algo en ella que le llamaba la atención. Y eso que era un tipo muy difícil de sorprender. Era unos años mayor que él. Aunque tenían el mismo apellido, se encontraron recién en su adolescencia. Radicalmente diferentes, de costumbres muy distintas…ella leía a Borges y él desarmaba autos. Comenzaron a frecuentarse, rigurosamente cada fin de semana. Y cada uno con lo suyo, lograban una comunión ilógica. Ella era fresca, desprejuiciada, espontánea. Él vivía atrapado en su laberinto, enredado en su madeja de buenas costumbres e ideales de familia inquebrantables. Ella pudo haberle volado la cabeza, con una sola señal. Y él hubiese hecho caso omiso a sus deseos, aún a los más perversos. Pero nunca sobrepasó el límite, se mantuvo en el borde, al extremo del traspié. Le mostraba, le insinuaba, le susurraba, lo incitaba, lo acariciaba con sus uñas impecables, largas, filosas. Lo llevaba y lo traía para volver a dejarlo en el mismo lugar del que lo había arrancado con los dientes. Y él se dejaba. Años después, cuando él no se hubo cansado aún, entró a la iglesia llevándola del brazo para entregarla en el altar.

martes, 11 de septiembre de 2007

La del 5 de enero

Comenzó a despedirse, de a poco, de algunos de sus afectos. El final se acercaba pero se negaba a verlo. Tomó cuenta del tiempo, de las fechas, de lo poco que quedaba y lo mucho que tenía por hacer. Después de postergar un almuerzo durante semanas, no quiso dejarlo pasar más. La llamó y confirmó hora y lugar. Amaneció con lluvia. Pensó en la ropa que se había puesto a la mañana, apurada, sin prestar demasiada atención. En esos zapatos bajos, de suela lisa, que indefectiblemente resbalarían con el agua de las veredas y la dejarían en el piso con más de un moretón. Pero no le importó. Ciertas cosas se volvieron impostergables. Salió diez minutos antes, caminó bajo la lluvia hasta llegar a la puerta de la galería. Y allí estaba ella, esperándola, con su panza de siete meses. Hablaron por casi una hora, para despedirse con un abrazo más largo que los anteriores. Cuando volvía ya había dejado de llover, y cruzó la Plaza de Mayo pensando que probablemente nunca vaya a conocer a Francisco.

domingo, 9 de septiembre de 2007

No patina más


Por fin, el día que cumplió los quince meses, empezó a caminar. Hace un tiempito que tantea, se para, da dos pasos, se cae de cola y gatea de nuevo. Recién ayer, creo que perdió el miedo. Hoy, se puso de pie para enfrentar al mundo desde otra altura.

Y Guada me dijo con su sonrisa más grande llena de dientes chiquititos: -mami, Iñaki no patina más-.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Tantos años después

Un dulce de leche con cara de recio me hizo un regalo. Yo lo comparto con ustedes, con todos los que forman parte de mi juego.




viernes, 7 de septiembre de 2007

Frida y él

Décimo piso. Allí vivía él con su mamá y su perra salchicha. Tenía la ventana de su dormitorio llena de stickers, bah, en esa época se llamaban calcomanías. Ella solía subir a su casa casi todas las noches. A veces sola, otras acompañada. Él daba vueltas en su cabeza todos los días de su vida. Llegaba, se saludaban y se encerraban en su cuarto. Ella pasaba horas mirándolo, él la ignoraba. Abría su placard y sacaba una caja enorme. Desplegaba el tablero, y como siempre, el autito celeste para él y el rosa para ella. Por costumbre, ella siempre iniciaba el juego. Y pasaron años jugando. Los vasos de soda iban y venían desde la cocina hasta el piso de ese cuarto. A veces comían algo también. Él sólo jugaba, y ella, en cada nuevo turno con el que movía su auto, imaginaba su vida con él. Ese juego de la vida que nunca fue.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Aniversario


Te amo mi vida, 9 años después, tanto como el primer día.

martes, 4 de septiembre de 2007

Ella dejó los votos

Era monja, pero de las seculares. Trabajaba conmigo. Su escritorio estaba en la oficina que daba a la esquina. Yo en la anterior. Era una de esas personas que Dios elige para que te acompañen toda la vida. Un ángel vestido de mujer, con una sonrisa eterna y un temperamento envidiable. Alguien que mamó desde la cuna el esfuerzo, la lucha y la perseverancia. Vivía en San Telmo, en un departamentito tan pintoresco como ella, con las paredes llenas de perspectivas que el hermano pintaba en lienzos y ella exhibía con orgullo de hermana mayor. Solía pasar tiempo mirando por esa ventana del primer piso. Y él pasaba, rigurosamente, de lunes a viernes, a la misma hora por México hacia el Bajo. Y allí estaba ella, con su mirada clavada en él, siguiéndolo hasta aplastarse la cara contra el vidrio para verlo hasta lo último. Tanto tiempo pasó, sin dejar de mirar un sólo día en la misma dirección a la misma hora. Hasta que un día abrió la ventana, y se dejó ver.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Plegaria de verano

Veraneaba siempre en el mismo lugar, con media familia propia y la otra mitad prestada. Recorría el perímetro de la casa, tarde tras tarde, en busca de caracoles. Entre los ligustrinos los encontraba devorando hojas. Con mucho cuidado los despegaba para volver a pegarlos en la pared exterior de la casa. Juntaba unos cuantos. Los dejaba subir, con su baboso rastreo, hasta que con una rama, los volteaba hacia el piso. A veces crujían al caer. Si sobrevivían, trataban de esconderse en ese caparazón quebrado. Tomaba una piedra, para luego terminar de aplastarlos y finalmente comenzar con el ritual del entierro. Esa era la finalidad de toda la ceremonia previa, cavar pequeños pozos al costado de la casa para encontrar una razón para rezar, aunque sólo fuera por los caracoles.

viernes, 31 de agosto de 2007

Maravillada


Ufff...acabo de leer algo que me dejó helada...Lo recibí esta tarde, pero lo dejé para esta noche, porque imaginé que iba a valer la pena leerlo en silencio...y es increíble...no pierdo (gracias a Dios) la capacidad de asombro...¿Cómo puede alguien esconderse tanto? ¿Cómo no se muere por gritar que vive, que ama la vida, que ve mucho más allá de lo que se le muestra?
En realidad, lo hizo y deseo que lo siga haciendo. Yo llegué tres años tarde...

jueves, 30 de agosto de 2007

El ojo en el cielo


El ruido de la púa sobre el disco de pasta ya me cambiaba el humor. Tenía unos parlantes gigantes, que sonaban bien graves, como a mi me gusta. Sacaba la caja que si mal no recuerdo era de color verde agua y con la mano temblorosa, buscaba la rayita gruesa en la que comenzaba el tema. Era un departamento chico, con muchos muebles. Tenía una ventana de varias hojas, del tamaño del ancho del comedor. Era un segundo piso y daba al jardín de una casa en el pulmón de la manzana. Parecía un jardín inglés salido de un cuadro barroco. Frondoso por demás, verde oscuro, tupido. Y perfumado. Olor a fresco, a humedad, a tierra mojada…tan especial. Y la música comenzaba a sonar, mi corazón retumbaba y mis ojos se llenaban de verde. Sobre la mesa estaba servido el desayuno, con esas galletas untadas con un centímetro de alto de manteca y mermelada casera de tomates. Y llegaba él, desde la cocina con su pijama todavía puesto, para desayunar conmigo mientras escuchábamos a Alan Parson. Hoy escucho The Eye in the Sky, y no puedo evitar recordar esas mañanas de domingo.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Tanto y tan poco

Siempre fue muy exigente. Quizás, su inteligencia privilegiada le jugaba en contra. Era un buen tipo, sano, trabajador, estudioso. Sabía de ciencias, de lenguas y de artes. Yo podía quedarme horas enteras conversando con él, que jamás me aburría. Me hacía soñar con los ojos abiertos. Peleó mucho para mejorar en su trabajo. Cambió, probó, se quedó, ascendió, se fue, empezó de nuevo, hasta que encontró su lugar. Dejó la casa de sus padres para armar su propio hogar. A veces nos juntábamos a comer, y se nos enfriaban los ravioles mientras nos enredábamos en eternas discusiones para arribar invariablemente a una única conclusión. Siempre, no sé si por cortesía o coincidencia, me daba la razón. Sabía adularme, con la palabra justa, y me hacía sentir importante. Aunque sólo fuera en su mundo, su vida. Pero siempre supe que era demasiado exigente. Y por este motivo, no tenía pareja. Había idealizado tanto a la que debiera ser su mujer, que se quedó solo. Me daba pena su soledad…sólo tenía que mirar a su alrededor…

martes, 28 de agosto de 2007

Mi palacio de oro y anís

Vivíamos las dos solas todavía. En un departamentito suficientemente femenino. Tanta distancia entre una y otra, y tan poca… Teníamos un living con sillones grandes, de cuero negro y un juego de comedor hermoso, en cedro combinado. Uno de los muebles llamó siempre mi atención. De doble puerta y dos cajones en la parte de abajo. El primero forrado en gamuza roja con las divisiones para guardar el juego fino de cubiertos. Las puertas, perfectamente lisas, cerraban con imanes. Yo me paraba frente a ellas, apoyaba mis manos sobre cada una y tiraba hacia mí. Todavía puedo oler ese perfume a madera encerrada que me golpeaba con fuerza. A veces, cerraba rápido, para volver a abrir y sentirlo de nuevo. Más de una vez, me encontré arrodillada, con la cabeza dentro del mueble y las puertas juntas en mi nuca para evitar que el olor se escapara. Por dentro, estaba completamente espejado y tenía un estante de vidrio en el centro. Cuando se abrían las puertas, una luz se encendía, y ese pequeño espacio se convertía en un salón palaciego. La imagen de mi rostro se multiplicaba incansablemente hacia los costados. Por debajo del estante, en el centro, guardábamos esa botella. No recuerdo su forma, ni la etiqueta. Sólo sé que era anís, y dentro de ella bailaban pequeñas láminas de oro. Yo tomaba esa botella y la giraba, boca abajo, y mi pequeño palacio resplandecía.

Con los dientes apretados

Ay, los cambios, los cambios….pedirle a la gente que cambie es fácil….no analizar todas las consecuencias también…A veces, no se está preparado para afrontar un cambio en alguien. Al principio sorprende, después genera indiferencia, luego asusta y por último molesta. Y se pretende retroceder…y ya es tarde, porque aunque se vuelva a ser el de antes, la ilusión de lo descubierto se perdió.

lunes, 27 de agosto de 2007

Cuenta regresiva


La tercera es la vencida, dicen...

Aunque estábamos esperando que pase el invierno, la incertidumbre me daba cierta seguridad. Ahora que nos dieron fecha, no puedo evitar sentir un nudo en el estómago.

20 de Septiembre...

viernes, 24 de agosto de 2007

Ella le marcaba la cara


Él era un chico como cualquiera, primogénito, nacido en una familia de clase media. De padre militar y madre ama de casa. Alumno mediocre, de carácter afable y muchos amigos. Vivía cerca de mi casa, muy cerca, y solíamos pasar mucho tiempo juntos. Era un par de años menor que yo, pero a esa edad, no se notaba la diferencia. Salvo por los 20 centímetros que yo le llevaba. Pasábamos casi todas las tardes juntos, jugando, andando en triciclo o en bicicleta cuando fuimos más grandes. A veces comíamos juntos…y después de la cena solíamos ir a la plaza hasta que nos corrían los mosquitos. Era bueno, y divertido. Había adoptado la costumbre de bañarse cuatro o cinco veces por día. Recuerdo a su abuela protestar por la cantidad de toallones que tenía para lavar. Solíamos ir al kiosco juntos, comprar figuritas, y jugar horas enteras…a veces de Frutillitas, a veces de He-man. Era bueno, pero a veces, su mamá le pegaba. Delante mío, a los gritos, le daba unas cachetadas que me dolían hasta el alma. A veces, él lloraba. Y yo me iba a mi casa, atormentada por el sonido de la palma de la mano en su mejilla. No me daban ganas de volver, pero siempre volvía.

jueves, 23 de agosto de 2007

No me quedó ni una cana

Ayyyy…cómo rompí con la multichef……y como todas mis calenturas, no pueden hacerse esperar demasiado….así que ayer papá noel me regaló la multichef…..ansiosa por ver cómo funcionaba…..quería organizar todo así podía sentarme a mirar el manual y las recetas…..La cosa es que los chicos llegaron dormidos… yo ya iba pensando en el auto qué iba a hacer primero….Llegamos, bajamos las cosas y uauaua…se despertó el pequeño…bué…el padre lo levantó y lo trajo….se puso a jugar en el pelotero (esa idea genial que tuve de regalo del día del niño que me ocupa todo el comedor y me llena el piso de pelotas cual carrera de obstáculos). Mientras Néstor desembala la multichef, saco de la heladera el guiso de lentejas que tenía preparado para los chicos….pensé: no puedo salir a festejar los divorcios con estas canas….aprovecho para hacerme el henna…me cambié…busqué las cosas para lavarme la cabeza…y uauaua…se despertó Guada…y de la peor manera que puede despertarse…sonámbula, gritando como loca, casi ciega y toda meada….voy al auto a buscarla… a todo esto, como tengo tantas porquerías sobre la mesada, había que hacer lugar para poner ahora la nueva adquisición…así que le dije a Néstor que guardemos el esterilizador de mamaderas que me prestó mi cuñada, que hace mucho tiempo que no uso (si el nene come la comida del piso, qué le voy a esterilizar las mamaderas…)…y me dice..ah, podríamos limpiarlo así se lo devolvemos a mi hermana…..qué lindo momento para hacerlo!!!!...hay que llenarlo de vinagre, y ponerlo a funcionar repitiendo el proceso tres veces….ah…y como también me había prestado el calentador de mamaderas (que jamás usé porque demoraba casi diez minutos, y cuando un bebé llora por hambre, quién lo aguanta diez minutos …ni loca….microondas a full)…Imaginen lo que era la mesada….los tarros de las galletitas, el mate, el termo, la tostadora, la caja de la multichef, la bolsa de frávega en la que venía la caja, la multichef misma, los cables, el tupper con las lentejas, el esterilizador, la botella de vinagre y el calienta mamaderas….un quilombo de aquellos….Guada no quería bajarse del auto, histérica como buena mujer….Abandoné la idea del henna….lleno la bañadera…preparo la ropa limpia para cambiar a los chicos…el gordo a esta altura ya estaba loco…me lo llevo al baño…le saco la ropa para meterlo en la bañadera, cuando le voy a sacar el pañal….cagado hasta la nuca….vuelvo a mi pieza, lo limpio con las toallitas, vuelvo al baño y al agua pato…a todo esto la otra seguía gritando como loca afuera…yo lo escuchaba a Néstor que le hablaba, trataba de convencerla y nada….no le entraban balas….salgo del baño, visto al pequeño y lo siento en su sillita…le caliento las lentejas, le doy la mamadera de jugo….prendo la tele…bingo!!! Lazy town….para este entonces, guada se había calmado y el padre la había cambiado…de bañarse ni hablar….viene con la cara hinchada de tanto llorar, pide su comida…el padre le calienta su plato y los dos comiendo felices…los dos…los padres, anoche no cenaron…les doy el postre, y preparo las mochilas, incluida la de natación…ahhh…como en el jardín están viendo la unidad de juegos…ahora tenemos juegos viajeros…y como si fuera poco, ayer me tocó la bolsita de bowling….botellas de leche, pintadas y una pelota ¡¡¡¡otra pelota de pelotero!!!! Así que después de comer teníamos que jugar al bowling….uy dios….pongo las botellas en el pasillo y le explico a Guada cómo jugar….y por supuesto tiramos dos veces cada una y después se enojó porque ella quería jugar de otra manera…a la mierda el bowling….lo guardo en la bolsa, y me queda todo el piso lleno de témpera de colores seca….y bué…hora de dormir….cazo al pequeño, le pongo el pijama y, testaruda como siempre, le hago el puff, cosa que lo pone furioso y llora y patalea como loco….el padre se cansó de decirme que no se lo haga antes de darle la leche porque se queda alterado y yo, no….se lo tengo que hacer igual….luego le doy la mamadera, la toma casi toda, provechito, besito y a la cama….mientras tanto, Nestor acostando a Guada para luego, empezar a contar el cuento de todas las noches, rezar el ángel de la guarda, apagar la luz, hablar, cantar, retar, tapar, levantar el chupete, volver a tapar….bueno…es mi momento….me hago el henna y mientras me lo dejo una hora, lavo los platos, paso la ropa por el koinoor, la cuelgo, me fumo un pucho y después me lavo la cabeza…otra vez vuelvo a cambiarme, me lavo la cabeza y preparo el henna…raya al medio, primera pincelada de un lado y del otro…y por allá a lo lejos escucho por el baby call que el nene tosía…y tosía y tosía….y como era de esperar….ccccchhhacccccccjjjjjjj……praaaaaaaaaaaaaaa……ruido a vómito….uy dio….abro la puerta de su pieza, prendo la luz…él sentadito tosiendo y toda la cuna vomitada…Néstor veniiiiiiiiiiii….Néstor alza al nene y praaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa peor….me cago en las lentejas del orto y el puffffff de mierda……..saqué las sábanas, la chichonera, al lavadero…Néstor cambiando al gordo y Guada cantando en su pieza….tiro un poco de pinoluz, lysoform y paso el trapo…queda limpio….vuelvo y lo veo todo chorreado de un líquido marrón….qué mierda???? Y claro, entre tanto traqueteo me estaba chorreando ese pasto que ya me había puesto en la cabeza….

miércoles, 22 de agosto de 2007

Aplaudo de pie


Se sacó un peso de encima. Una carga dolorosa, una de sus tantas cruces. Lloró, pataleó y lucho incansablemente por su felicidad y la de sus hijas. Le costó entender, ver la falla. Estaba ciega. Pero le hacía falta un sacudón, una cachetada de esas que te dan vuelta la cara y te dejan la mejilla roja. Después supo entender. Ahora, se la ve radiante, segura, encantadora. Ahora se lleva el mundo por delante, lo atropella. Ahora, ella está feliz.

Justicia

Hoy, hice girar la rueda y avancé cuatro casilleros. Llegué al Palacio de Justicia. Por fin, algo bueno. Una papeleta que me pone muy contenta. Y me tranquiliza bastante.

Dañina


No creo que haya sufrido en lo más mínimo. Muy por el contrario, se fortaleció. Detesta que le señalen los errores, porque no comete errores. Es quien sabe siempre todo, resuelve cada situación conflictiva evidenciando el error ajeno. Y te lo refriega por la cara, delante de todos, de cualquiera. Se considera imprescindible, porque así se lo han hecho creer desde siempre. Si te ve caído, te aplasta la cabeza y te destroza. Se regocija con el dolor del otro, lo disfruta, lo amasa entre los dedos, lo estira y te envuelve en él hasta que pidas clemencia. Te amenaza, inagotablemente, con lo que más te espanta. Te increpa, se ríe, se relame. Juega por detrás, averigua, instiga, complota. Juzga, aún en su ignorancia. Persigue, revisa y vuelve a revisar, esperando encontrar un indicio en su contra para comenzar una nueva guerra. Y la vuelve ganar. Porque siempre gana. Porque creó una realidad paralela que más de un idiota es incapaz de ver. Porque tiene una manera demoníaca de ejercer el control y sólo el que estuvo debajo es capaz de verlo. Porque nadie lo cree, porque ni siquiera yo, después de tantos años, puedo mantener la mirada en esos ojos sin sentirme aterrorizada.

martes, 21 de agosto de 2007

Siempre fui menos que mi reputación


Tenía la habilidad para cambiar el rumbo de las cosas. Alguien, alguna vez, le enseñó a mirar a los ojos y ver más allá de lo evidente. Adquirió la fama de bruja, pero de las malas. Sabía sobrehumanamente lo que debía decir, a quién y en qué momento. Se callaba cuando era necesario, escuchaba por demás. Su tono de voz era atinado, y una pieza fundamental en cualquiera de sus discursos. De vocabulario amplio y desconcertante. Vestía siempre de manera monocromática para no alterar a nadie. Caminaba sigilosa. De pelo negro tenebroso, recogido con rigor a la altura de las orejas. Con ojos sombríos y punzantes. Tenía los labios rojos, bien rojos, y a veces sangraban por su costumbre de morderlos constantemente. Ella, de cuerpo lánguido y dedos demasiado largos, asustaba.

lunes, 20 de agosto de 2007

Lo adoran las mujeres


Hoy me decía una amiga, - pero es un santo, hace dos horas que está con la piñata en alto y nadie le da bolilla-. Y tenía razón. No sólo lo tuve de aquí para allá todo el fin de semana, sino que además ayer tuvo que cuidar un gato ajeno. Y sí...es irresistible para todas las mujeres, las propias y las ajenas.

Si tuviese que elegir de nuevo, volvería a casarme con vos.

Y la misma amiga me diría - ¿Y quién te aguantaría si no es él?

Y tiene razón.

domingo, 19 de agosto de 2007

Cerca del Carril Ozamis

Preparaba las aceitunas de una manera muy especial. O quizás lo especial eran las aceitunas. Negras, enormes, carnosas. Las volcaba suavemente en una fuente enlozada, bastante profunda. Cortaba bien finita la cebolla de verdeo y la esparcía por encima. Aceite y un poquito de limón. Yo esperaba sentada en esa cocina gigantesca, mirándolo en su dedicación, mientras afuera encendían el horno de barro para cocinar las empanadas. Esa cocina que se llenaba de olor a mate y tortitas tostadas por la mañana. Con su puerta trasera, siempre abierta a ese patio con baldosas y alero y la quinta con sus frutos y gallinas más allá. Esa cocina que era tan mía, tan de los míos... Donde los domingos se amasaban los fideos sobre la mesa larga, de madera oscura. Donde la tierra se movió una noche, y me dejó atrapada entre sillas, sorda y a oscuras. Donde lloré mucho, aterrorizada por las réplicas y los aullidos de los perros a lo lejos. Esa cocina que supo tener a su mesa un familión pluriprovincial en la que se hablaba con diferentes tonadas. Donde había yayas, tatas, lelas, lolis. Donde todos nos referíamos al otro anteponiendo al nombre el artículo "el" o "la". Allí, donde todos éramos chicos, incluso los viejos.
Hace casi diez años que no vuelvo. Y la última vez que fui, ya no había aceitunas.

viernes, 17 de agosto de 2007

Bueno, bueno, bueno

Esto va a pasar más de una vez, y no voy a arreglar los errores ni pedir disculpas....
Para vos, para que te quedes tranquila, ya aprendí que persiana, va con s.

La última lluvia




If I could stay...

Then the night would give you up

Stay...then the day would keep its trust

Stay...with the demons you drowned

Stay...with the spirit I found

Stay...and the night would be enough


Llovía. Era una noche demasiado cerrada para hablar de ciertas cosas. Mejor dejarlas para más adelante, pensó. Se fué con él, caminando de la mano, como siempre. Tomaron un taxi sin saber a dónde ir. Él indicó una dirección. No era tan lejos. Llovía. El auto se detuvo en una esquina. Se bajaron y mojados entraron por la puerta de doble hoja. Silencio, sólo se escuchaba el ruido del agua en el techo. Al fondo del pasillo estaba la escalera. Subieron a su habitación, sin hablar. Ni siquiera encendieron la luz. No hacía falta. Los relámpagos iluminaban el todo. Sobre una mesita había una botella de vino, de ese que a ella tanto le gustaba, y dos copas. Brindaron sin motivo, por el solo hecho de iniciar el ritual de la bebida. Él abrió la ventana y levantó la perciana. No hacía frío y olía a lluvia. Ambos conocían el final de esa noche. No tenían ya de que hablar, se habían agotado las palabras. Como si el amanecer los corriera, el le quitó la ropa. Ella respondió como siempre. Se buscaron y se encontraron, desnudos, una vez más, para ser la última. Afuera llovía.

jueves, 16 de agosto de 2007

Y Pedro tocaba el piano

Nieta del autor del sainete criollo, una mujer que nunca dejó de ser niña. Una chica bien. De una altura increíble, de rasgos finos y movimientos torpes. De sonrisa perpetua y de una capacidad prodigiosa para hablar y no decir nada. O mucho. Vivía en Belgrano, todavía con sus padres. En cierta oportunidad en la que ellos habían viajado a Europa, organizó una cena en su casa. Ella, mi amiga de toda la vida y yo, y las tres con nuestras parejas. Pasamos la tarde entera, diría casi desde el mediodía, haciendo compras, cocinando y organizando todo. Era un día de calor insoportable, y la noche siguió igual...Sacamos la vajilla fina y hasta pusimos candelabros sobre la mesa. Recuerdo el contraste del rojo furioso de los tomates secos sobre el mantel inmaculado. Puedo oler todavía, el perfume del incienso de los sahumerios. Me había comprado para la ocasión, un vestido en amarillos y naranjas, sin mangas y bastante corto. En esa época todavía usaba tacos...
Cenamos los seis, en un ambiente caprichoso, lleno de incongruencias, y sensaciones ajenas. Eramos extraños, todos. Nadie se conocía bien. Pero en esa heterogeneidad hubo esa noche, magia. Nos fuimos desatando, entre confesiones, verdades, mentiras y vino tinto. Y Pedro se sentó al piano y empezó a tocar, desenfrenado. Me hubiese gustado eternizar ese momento. Pocas veces me sentí tan cómoda como esa noche.
De madrugada nos fuimos, mi amiga y yo, cada una con su pareja.
Y Pedro se quedó para dormir con ella.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Con los ojos cerrados


Podía reconocer las cosas por su aroma. Cada vez que entraba a un lugar lo hacía con los ojos cerrados. A medida que ingresaba iba percibiendo colores, texturas, sabores, con sólo inspirar. Sabía cómo era el ambiente donde se paraba, cuál era la entrada y cuál la salida. Podía imaginar los muebles, los pisos y paredes. Notaba la luz, o el olor a oscuridad. Advertía la gente que se paraba a su lado, la edad que tenían, la ropa que llevaban puesta, incluso antes de que hablaran. Tenía la capacidad de oler el miedo y la felicidad. Podía adelantarse a lo hechos, porque olía el futuro. Conocía hasta la médula a cada persona que se le acercaba, sabía de sus deseos y de sus fracasos. Olía la mentira, la venganza y el rencor. Sentía el olor del cariño verdadero, el de la inocencia y el del amor desinteresado. Olor a día soleado y a tormenta impetuosa. Sabía del olor a muerte y del olor a vida nueva, ese que según decía era suavecito como el algodón. Hace tiempo que dejó de frecuentar los lugares que solíamos compartir y le hemos perdido el rastro. Jamás usaba perfume.

Me planto

Hoy, me quiero quedar en este casillero. No se el número, pero creo que avancé bastante. Hoy fue un buen día...y eso no pasa muy seguido. Se aclaran ciertas cosas, se comparten otras, se tranquiliza el alma...Hoy volví a poner en mi autito una clavija celeste que daba por perdida...

lunes, 13 de agosto de 2007

Y yo, que creía haberlo visto todo


Es una de esas escenas que uno ve sólo en las películas, o en las novelas mejor dicho. Como siempre, testaruda, arrogante, egoísta y todas esas cosas que uno sabe que es pero a veces no lo admite hacen que nuestra realidad sea única. Y por ende, igual a la de los demás. Tengo la costumbre de creer que todo el mundo sabe lo que me pasa, lo que quiero y lo que no, lo que me molesta, lo que me haría feliz. Siempre espero más, nunca me conformo. Y por ésto, no veo las debilidades del otro. Pero a veces, alguien decide parar la pelota y sincerarse. Lo raro es que esto sucede cuando uno menos lo espera. Sienta bien barajar y dar de nuevo. No es tarde todavía.

La que no tuvo nombre

Siempre la nombraba así, -mi hermana, la que tiene parálisis-. Hizo una y mil veces referencia a ella, comentaba sobre su vida, sobre su hijo. Y nunca supe cómo se llamaba. Hace una semana, en uno de sus tantos e insistentes llamados, me contó que su hermana estaba muy mal, que el hijo la había abandonado y la habían llevado a un geriátrico. Que estaba bien y contenta, pero que se había caído y quebrado la cadera. Habían tenido que internarla, desmejoró mucho y ya no reconocía a nadie. Figurita repetida, pensé yo. Me dijo que ella no podía viajar para verla, que su estado de salud no se lo permitía, pero que una de sus hermanas iba cada quince días a verla... como si eso pudiera lavar la propia culpa, ¿no?...en fin...
A los dos o tres días volvió a llamarme para decirme que su hermana había fallecido. Que la habían llevado ya a Serrezuela, para enterrarla junto a su mamá.
Qué triste, pensé yo, durante tantos años escuché hablar de ella, nunca la conocí ni supe su nombre... sólo fue su hermana, la que tenía parálisis.

domingo, 12 de agosto de 2007

Ella hablaba con los azulejos

Vivía en un dos ambientes y todas las mañanas hacía el mismo ritual. Rigurosamente. Yo la esperaba sentada en el sofá, no recuerdo si era verde o marroncito. Se levantaba y pasaba, desalineada, hacia el baño. No cerraba la puerta, sólo la entornaba. Se sentaba en el inodoro un rato largo. El silencio de la mañana me obligaba a escuchar. Supongo que pondría sus manos sobre el mentón, apoyando todo el peso de su cabeza, y con los ojos entreabiertos comenzaría su charla. Mentiría si dijera sobre qué hablaba...no me acuerdo. Pero preguntaba, contestaba, cuestionaba, se reía. De lunes a viernes presencié los coloquios, durante años. Un día le pregunté con quién hablaba, me contestó que con los azulejos. Todavía me pregunto si seguirá haciéndolo, aunque sea cada tanto, pero me da miedo la respuesta.

Este domingo te llamo


Dijo mi abuela, porque todavía seguís siendo mi niña. Pero la niña creció, hace rato. Hoy, el día del niño es para ellos. Los bombones de mi vida.

Feliz día hijitos.

sábado, 11 de agosto de 2007

Torta Leguizamo


Ella se había puesto de novia con un chico de nombre de viejo y apellido compuesto. De familia de alcurnia, propietarios de un piso majestuoso frente a la Plaza Vicente López. De madre poeta, padre intrigante y muchos hermanos. Se conocieron en un instituto de apoyo escolar. Sí, era un chico de buena familia pero vago como pocos. Los dos se habían llevado varias materias a marzo, así que pasaron el verano juntos haciendo de cuenta que estudiaban. La cosa es que este muchacho, cumplía años en enero, y su mamá le organizó la fiesta en uno de los salones de la confitería El Molino.
Allí fuimos las amigas de ella, con todo el guardarropas encima, peluquería mediante y papá chofer que nos dejó como siempre, en la esquina para no pasar papelones. Recuerdo haber tenido puesto un vestido negro, medias negras y zapatos negros de taco de más de 5 cm. Portero en la puerta, nos indica cómo llegar al segundo piso donde estaba el salón. Qué paquetería….paredes revestidas en madera, arañas fastuosas, pisos de mármol. No sólo estaba la creme de la creme, que ya con eso me hubiese bastado, sino que además al costado del salón se había servido un lunch digno de la última cena.
La cosa es que comimos, bailamos, fuimos al baño, tomamos champagne, tratamos como pudimos, de formar parte de ese selecto círculo. Pero la realidad me delató. A la hora del postre, gentilmente un mozo me acerca un plato con una porción de torta helada. Demasiado congelada para mi pobre cuchara que, al tratar de cortar un pedacito, resbaló sobre la torta empujándola fuera del plato a una velocidad de 60 kilómetros por hora, generando un vuelo elíptico desde el centro del salón hacia una de las paredes contra la que se encontraba la mesa principal. Y allí quedó la porción, a los pies de la mesa, durita tal como había llegado a mis manos, lista para comenzar a derretirse y evidenciar mi clase media.
No hay caso, al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen…

Mi sitio inocente


Giro la rueda del tablero y vuelvo al presente. Estoy en mi pueblo, ese que no me vio nacer pero me vio crecer. Ese que me dio mañanas frescas, olor a pasto y siestas en el parque. El que evoca recuerdos de gente sana, familia numerosa y rodillas lastimadas. Aquel a donde las cosas nuevas llegaban viejas. Allí donde nos quedamos solos para poder volver a empezar, una vez más. El pueblo que creyó en mi locura, en mi rara niñez por pintar dibujos color negro. El lugar que me dio los primeros amigos y el primer amor. El que me enseñó que había vida en el lago, detrás de esas rejas que se abrían para brindarme un mundo único. Mi pueblo, con su acento tan particular y sus semillas de girasol saladas. Cada tanto vuelvo, y a veces, alguien grita mi nombre mientras me saluda. Yo respondo sin saber quién es. Hoy, lo único que reconozco como propio es ese parque, y a Mamerto Menapace.
¿Dónde estás amor de mi vida, que a veces, no te puedo encontrar?