martes, 2 de octubre de 2007

Enjaulada


Estaba en la cocina lavando los platos del almuerzo. Dejé correr el agua hasta que se calentara lo suficiente. Miré por la ventana. Pude ver la lluvia caer en la vereda y los árboles bailar acompañando al viento. Tarde gris, húmeda, casi pegajosa. En el patio, sobre uno de los tirantes que sostienen el techo abovedado de policarbonato, un pájaro me miraba. Del tamaño de una cotorra de esas que hay en la plaza de en frente, negro, y con el pico encorvado. No pude sacarle los ojos de encima, y parecía que él se daba cuenta. Estático, lo único que movía era el pico. Lo abría y cerraba casi en cámara lenta. No emitía sonidos. Me puso la piel de gallina. No podía quitar de mi cabeza la película de Hitchcock. Extendió las alas y voló hacia mí. Golpeó con fuerza la ventana cerrada. Un vaso de vidrio estalló entre mis manos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

qué cosa tan extraña.
Como tus sueños.
Estará el fantasma?

Anónimo dijo...

Uhhh.... el cuadro encantado ha vuelto.... Te quieren hasta los fantasmas de tu casa!!! que no quieren que los dejes!!!jajajaj

Anónimo dijo...

Tu espiritu inquieto siempre va a estar en esa casa.-