lunes, 1 de octubre de 2007

El tren se va, saquen los boletos




Él solía llevarme, generalmente a la hora de la siesta, a una estación de trenes muy cerquita de su casa. El edificio era de estilo colonial, pintado de blanco y amarillo, con un gran balcón que daba hacia la calle de acceso, que si mal no recuerdo, estaba empedrada. Un molesto silencio me ensordecía al entrar, y el eco de mi risa me traía de vuelta. El hall era enorme, y alto, demasiado para mi corta edad. Nunca vi gente dentro. En realidad, creo que tampoco vi ningún tren. Supongo que en esos años, la estación ya estaba abandonada. Me pregunto cómo hacíamos para entrar entonces. No lo sé, sólo me recuerdo dentro y caminando sobre las vías de su mano, para no perder el equilibrio.


Esta tarde fuimos a los talleres del Roca en Escalada. Funciona un museo ferroviario y una diminuta trochita. Cuando entré y vi esos vagones y locomotoras tan viejos, mis hijos rodeados de vías y pasto verde primavera, deseé que ellos sintieran los mismo que yo hace casi treinta años atrás.







1 comentario:

Anónimo dijo...

Mañana voy a preguntar porque tengo desdibujada la imagen. Creo que la estación sigue estando allí.
Era un ramal que iba hasta La Plata, pero los trenes ya no corrían.
Ese era tu lugar encantado. Te fascinaba ir allí. Tal vez lograste pasarle tus emociones a tus hijos. Sería hermoso.