Éstas, son las imágenes del cielo desde donde vivimos.

De aquí y de allá, de vos, de mí y de nosotros...de lo que fuimos, de lo que somos...
Una señorita, logré escuchar. Entre sonidos de instrumental quirúrgico, una radio encendida y el abrir y cerrar de puertas afuera. Mirá este cordón. Comenzó a llorar, y la vi por primera vez a medio metro de mi cabeza. Mirá mami, tu bebé. Lloraba y lloraba sin consuelo. No podía tocarla porque tenía los brazos llenos de cables y agujas. Hola mamita, le dije. Y su llanto cesó al instante. Eran las 10:35 de un lunes feriado.
Unos años después, a las 08:18 de un jueves, una voz masculina tomó mi cabeza incorporándome a duras penas, bajó la sábana que separaba mis hombros de mi abdomen y dijo, mirá mami cómo nace tu bebé. Y comenzó a llorar apenas asomó su cabeza, aún con su cuerpo dentro del mío. Lo envolvieron y me lo entregaron así, enroscadito en mi cuello. Toda su cabeza cabía en mi mejilla. Tan calentito, tan sucio. Y tan silencioso al encontrarse con mi voz.