sábado, 9 de febrero de 2008

Efímero

Ella había muerto. No supe de qué. Era de noche cuando fuimos al velorio. Un amor de antología. Una pareja para envidiar y amar con todas las fuerzas. Un matrimonio perfecto. Unos amigos de fierro. De esos que jamás, nunca, te dejan en segundo plano. Los que asisten a toda invitación, pero con ganas. Los mejores anfitriones. Los que entendieron desde el primer momento, el significado de las palabras respeto, compañerismo, comunión. Un matrimonio sencillo y con la certeza de unas bodas de oro. Pero algo pasó y ella ya no estaba. Cuando entré esa noche y lo ví, la angustia me quemaba el pecho. Y él, tan cordial como siempre, aún en el peor de sus momentos. Vestía un traje negro y estaba postrado en una silla de ruedas con una evidente parálisis en su brazo izquierdo. Y aún así, se esforzaba incansablemente en procurar incorporarse para saludar a los que llegaban. Lo abracé muy fuerte y no le dije nada. Él me preguntó con quién había dejado a los chicos. Y yo, no lloraba por ella, sino por lo que él había perdido.

5 comentarios:

Valen dijo...

Ese abrazo vale mas de mil palabras

Anfitrite dijo...

E vero.
Un baccio

Zeb dijo...

Por momentos el dolor es más fuerte q la felicidad...
Ojalá q con el tiempo él pueda ser feliz sabiendo q con ella vivió algo q muy poca gente llega a vivir...

Excelente post...fuerte...directo...sin vueltas...

Anfitrite dijo...

Gracias Zeb.
Pero me veo obligada a aclarar que, ellos dos, siguen viviendo un amor de antología.
No entiendo por qué bendita razón, soñé ésto hace un par de noches.
Da cierta tranquilidad, ¿no?

Anónimo dijo...

Mientras leia me dio envidia y esperanza, pero ojo de la buena, y me puso muy contenta saber que fue solo un sueño. y sabes lo que ducen que cuando uno sueña con la muerte a esa persona se le alarga la vida!!!