jueves, 21 de febrero de 2008

Al Oshcar, con amor

El que me conoce, sabe que las matemáticas no son lo mío. Sin una calculadora me encuentro perdida. Ya ni las tablas de multiplicar recuerdo. Y sólo pude comprender lo que es 1/2, 1/4 y 1/3. Hasta ahí, mis conocimientos sobre fracciones. Es por ésto, que durante los años de secundaria, me vi obligada a buscar un profesor particular de la materia. Creo que salió del diario, no estoy segura. Como no podía ser de otra manera, mi hermana por elección, la de las bodas de plata, también asistía conmigo a las clases de apoyo. Y esa tarde, cuando abrimos la puerta, pensamos que probablemente hubiese sido mejor llevarnos la materia a marzo, o previa. Sólo sabíamos que se llamaba Oscar. Él, cuando se presentó, lo hizo como Óscar. Tendría en ese entonces alrededor de treinta años. Vestía raro. Musculosa, jeans pasados de moda, gastados y sucios y mocasines sin medias. Tenía el cabello sumamente crespo, negro y medio largo. Su espalda, anunciaba una joroba y sus rodillas se rozaban cuando caminaba. Se sentaba a la mesa encorvado, cruzaba las piernas, y con el pulgar y el índice de la mano derecha tomaba un pequeño mechón de pelo de su nuca y lo enroscaba de un lado hacia otro. Tanto manoseo, dejaba su consecuencia generalmente dentro de la taza de café que siempre tomaba. Sé, que más de una vez, alguien lavó la vajilla con lavandina. Cuando hablaba, las comisuras de sus labios se llenaban de saliva, blanca, espesa. El Óshcar, así lo llamamos luego de cinco años de romance continuo, era un bicho raro. Pero tenía el don de la paciencia, la simplicidad y la humildad de los grandes. Y supo, con mucho esfuerzo, entender nuestras debilidades y encontrar el punto exacto por donde llevarnos. Él, fue uno de los hombres más importantes de nuestras vidas.

4 comentarios:

Zeb dijo...

Yo no se si hubiera logrado concentrarme frente a todo ese espectáculo del pelo, las comisuras, etc...

Pero hay algo q es claro...cuando alguien sabe enseñar...no hay nada q se resista...el aprendizaje llega...

Anfitrite dijo...

Era casi un espectáculo de circo. Con los años, nos acostumbramos. Y resultó un tipazo.

yo, mamuchi dijo...

Yo soy testigo que no eran malas alumnas. Creo que buscaban excusas para hacer cosas juntas. Pero lo que tengo grabado en mi memoria, es a las dos sentadas en el primer banco cerca de la puerta, y podria agregar que creo que nunca te vi levantarte de esa silla en todo el año!!!!

Anónimo dijo...

Al Oshcar,lo llevaremos siempre en el corazón, te acordás su teoría sobre las almas y la reencarnación?mortal.