domingo, 4 de noviembre de 2007

Vudú


Tuve que probarla. Puse mi mejor cara de fayuta y la saludé como siempre. Pude haber hecho algún comentario irónico, pero me abstuve. Por él, no por ella. Creo que había preparado pastas, y saqué las copas finas, las de cristal. Cuando llegó, estuvimos unos minutos a solas. Me parecieron horas. El silencio me incomodaba y me interné en la cocina para parecer ocupada. Había sido rubia, y tenía el cabello negro por capricho de él. No sé de qué se habló esa noche en la mesa. Me escudé detrás del vino para evitar el daño. Yo lo había pedido. Yo quise tenerla sentada allí, frente a mí. La estudié desde mi silencio. Centímetro por centímetro la miré para encontrar algún indicio que confirmara mi sospecha, y su engaño. Y nada los delató.

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