martes, 21 de agosto de 2007

Siempre fui menos que mi reputación


Tenía la habilidad para cambiar el rumbo de las cosas. Alguien, alguna vez, le enseñó a mirar a los ojos y ver más allá de lo evidente. Adquirió la fama de bruja, pero de las malas. Sabía sobrehumanamente lo que debía decir, a quién y en qué momento. Se callaba cuando era necesario, escuchaba por demás. Su tono de voz era atinado, y una pieza fundamental en cualquiera de sus discursos. De vocabulario amplio y desconcertante. Vestía siempre de manera monocromática para no alterar a nadie. Caminaba sigilosa. De pelo negro tenebroso, recogido con rigor a la altura de las orejas. Con ojos sombríos y punzantes. Tenía los labios rojos, bien rojos, y a veces sangraban por su costumbre de morderlos constantemente. Ella, de cuerpo lánguido y dedos demasiado largos, asustaba.

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