miércoles, 23 de enero de 2008

Florecer en el recuerdo




Vivían en un pueblo con vides y acequias. Allí, donde las aceitunas y las humitas no faltaban en la mesa. Donde las calles eran de tierra aún y el zonda soplaba cada tanto. Pienso en ellos e imagino una foto en sepia, de esas que están borroneadas en los bordes y firmadas por el fotógrafo local. Solían pasar las tardes en los jardines de una casa abandonada. Una casa antigua, señorial, de tres pisos y revestimientos de madera. Muchos años antes había funcionado un orfanato y hacía ya tiempo que había comenzado a deteriorarse. Pero a pesar del clima seco, el jardín a su alrededor parecía conservar la humedad de las temporadas de lluvia. Y crecía verde, frondoso y perfumado. Ella fue siempre amante de las flores. Y caprichosa. En medio de ese jardín, se erguía un árbol de magnolias. Y quiso el destino, que él cayera desde la copa, empecinado en halagarla. Ella tuvo su flor y la pena de un húmero fracturado como prueba de amor. En ese entonces, ninguno de los dos, llegaba a los diez años.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Y siempre me arrepentí de no haber guardado esa magnolia, símbolo de ese primer amor infantil.
Hermosa época.

Anfitrite dijo...

Volvió Tuchi!!! Cuánto hace que no escuchaba ese nombre...

Anónimo dijo...

PRIMER AMOR INFANTIL,EL AMOR MAS TIERNO DE LA VIDA.....

Anfitrite dijo...

Ay Isol, si el mío hubiese quedado en la infancia...pero no...me duró hasta grandecita el metejón...