viernes, 10 de agosto de 2007

El cepillo en su cabeza

Ella fue siempre rebelde, adelantada para su época. No daba explicaciones, no respetaba horarios ni tenía vueltas. Escuchaba una radio rara…para gente rara. Y por esas cosas de la vida, se obsesionó con uno de los personajes de un programa. Lo llamaba, le dejaba mensajes Su entorno se volvió negro…como él. Y se fue a la radio, empecinada en conocerlo. Pero necesitaba un cómplice, por las dudas…era una radio para gente rara. Le pidió a una amiga que la acompañe, una tarde antes de la caída del sol. Y allá se fueron…Av. Belgrano al 100. Un hall amplio con sillones y un escritorio con un recepcionista. Ella pidió por él, se anunció y él apareció por detrás de una puerta. La saludó y se la llevó. La cómplice esperó en uno de los sillones de la entrada. Esperó, siguió esperando y se cansó de esperar. Afuera la noche llegaba y habían superado ampliamente el horario de vuelta estipulado. Escenas de drogas, asesinatos, violaciones, tráfico de órganos, pedofilia, todo cruzó por su cabeza. Preguntó a la persona detrás del mostrador por su amiga, que la ubicaran. Le respondieron que no estaba, que no había nadie. Y el mundo se volvió negro…y gótico…lo único que le preocupaba era qué decirle a los padres de su amiga…¿Que la había perdido? ¿Que la habían secuestrado? Tendría que dar explicaciones sobre la osadía de haber ido a ese antro. No puede ser, imposible. Volvió a preguntar, ¿Pero no hay otra salida? ¿Una puerta trasera? No, esa era la única entrada y salida del edificio. Adrenalina, como nunca. Hasta debe haber sido capaz de rezar en ese momento. Respiró aliviada al verla llegar desde la misma puerta por la que se había ido. Jamás se supo qué pasó, dónde estuvo ni con quién. Pero nunca volvió a ser la misma. Todavía se viste de negro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente!

Anfitrite dijo...

Da miedito todavía...