jueves, 16 de agosto de 2007

Y Pedro tocaba el piano

Nieta del autor del sainete criollo, una mujer que nunca dejó de ser niña. Una chica bien. De una altura increíble, de rasgos finos y movimientos torpes. De sonrisa perpetua y de una capacidad prodigiosa para hablar y no decir nada. O mucho. Vivía en Belgrano, todavía con sus padres. En cierta oportunidad en la que ellos habían viajado a Europa, organizó una cena en su casa. Ella, mi amiga de toda la vida y yo, y las tres con nuestras parejas. Pasamos la tarde entera, diría casi desde el mediodía, haciendo compras, cocinando y organizando todo. Era un día de calor insoportable, y la noche siguió igual...Sacamos la vajilla fina y hasta pusimos candelabros sobre la mesa. Recuerdo el contraste del rojo furioso de los tomates secos sobre el mantel inmaculado. Puedo oler todavía, el perfume del incienso de los sahumerios. Me había comprado para la ocasión, un vestido en amarillos y naranjas, sin mangas y bastante corto. En esa época todavía usaba tacos...
Cenamos los seis, en un ambiente caprichoso, lleno de incongruencias, y sensaciones ajenas. Eramos extraños, todos. Nadie se conocía bien. Pero en esa heterogeneidad hubo esa noche, magia. Nos fuimos desatando, entre confesiones, verdades, mentiras y vino tinto. Y Pedro se sentó al piano y empezó a tocar, desenfrenado. Me hubiese gustado eternizar ese momento. Pocas veces me sentí tan cómoda como esa noche.
De madrugada nos fuimos, mi amiga y yo, cada una con su pareja.
Y Pedro se quedó para dormir con ella.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hay noches, o días, que se guardan siempre en la memoria, y aunque pasen los años, recordás cada detalle como si lo hubieses vivido ayer. Pedro se casó con tu amiga?

Anfitrite dijo...

No, se casó con otro...mucho después